Acto IV
Jardín del Palacio del Conde de Almaviva.
Es una hermosa noche de primavera, en que la luna alumbra lo justo para distinguir personas
pero sin permitir revelar su identidad. Mientras Susana aguarda al Conde, la Condesa Rosina
se esconde en otra parte del jardín.
Fígaro, observa escondido y pone en práctica su plan; para inquietar a Susana hace una
declaración amorosa a la Condesa, que no es otra que la joven con el traje de su señora.
Cherubino, aprovechando la confusión, se toma libertades con la Condesa creyéndola
Susanna y el Conde por su parte asume la misma actitud. Una bofetada demuestra a Fígaro
con quien está hablando y al final todo se aclara. El Conde pide perdón a su esposa y le
promete renunciar para siempre a sus andanzas y desatinos amorosos. Fígaro y Susanna
podrán celebrar sin impedimentos su fiesta de bodas.
Finalmente, para demostrar que no guardará ningún rencor ni ha experimentado el menor
enojo, invita a una gran fiesta a Fígaro con Susana y a Querubino con Barbarina, en la que
se celebrarán bodas por partida doble.
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Fígaro
“Las Bodas de Fígaro”