Las bodas de fi¦ügaro - page 10

Acto II
En su habitación, la condesa de Almaviva sufre el abandono amoroso de su marido. Con la
llegada de Fígaro, Susanna y la condesa traman un castigo para el conde de Almaviva: disfra-
zar a Cherubino de doncella, y citar al conde en el jardín, de noche, para una supuesta entre-
vista amorosa con Susanna.
Atrapado in fraganti, el conde ya no se podrá oponer a la boda de Fígaro y Susanna. La Con-
desa y Susanna le disfrazan de mujer, justo aparece el Conde y Cherubino se encierra en una
habitación. La condesa le dice al Conde que allí está Susanna y él intenta derribar la puerta
con un gran martillo y unas tenazas; la condesa le confiesa que no es Susanna sino Cherubino:
el conde se indigna y promete matar al muchacho. Cuando se abre la puerta, con sorpresa
de ambos aparece Susanna y la condesa tampoco entiende cómo se ha podido cambiar por
el muchacho. Cuando reaparece el conde, ambas mujeres se hacen las ofendidas y él tiene
que acabar pidiendo perdón a su amada Rosina.
De pronto aparece el jardinero Antonio trayendo una carta que ha encontrado entre las plan-
tas del jardín. Se trata de una carta de amor y mientras Fígaro no duda que es del Conde diri-
gida a Susana, el desconfiado Almaviva deja sospechar que podría ser de un enamorado de
la Condesa Rosina.
Fígaro defiende a su patrona con firmeza y se defiende a sí mismo de una posible sospecha,
cuando entra Marcelina e insiste sobre la promesa de matrimonio que se le hizo y espera
hacer cumplir.
Entonces el Conde decide sacar ventaja y aplaza la boda de Susana con Fígaro hasta que se
aclare la confusa situación.
Acto III
Salón del Palacio del Conde de Almaviva.
El Conde intenta poseer a Susana con la amenaza de que, si no accede a sus pretensiones
amorosas, obligará a Fígaro a casarse con la vieja Marcelina.
Al fin, la astuta sirvienta, fingiendo condescender, le cita por la noche en el jardín.
Por un enredo que arma Fígaro, en el que interviene el maestro de música Don Basilio, llega
a comprobarse que Marcelina es la madre de Fígaro por lo que no puede aceptarlo como
marido, quedando la vieja y su cómplice, el Doctor Bartola, en un tremendo ridículo.
En tanto la Condesa Rosina y Susana han decidido poner en práctica la farsa que habían
ideado para castigar la ligereza de los infieles. Cada una de ellas viste con la ropa de la otra,
quedando convertidas la señora en criada y la criada en señora. Ya cada una como la otra,
se encaminan hacia el jardín, donde habrán de encontrarse con sus pretendientes.
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